miércoles, 15 de noviembre de 2017

CUANDO ABRIREMOS LOS OJOS, PUEBLO.

Cuando uno miente la mayoría de veces le pillan. La mentira tiene las patas muy cortas. Aún sabiendo que uno miente muchas veces no quiere reconocer que se engaña y intenta despistar haciendo creer a los demás multitud de cosas. Que los demás son iguales. Que los demás hacen lo mismo. Que los demás tampoco dicen toda la verdad.

Bueno después de este texto lo que quiero venir a decir es que mucha gente al mismo tiempo que escucha que le digan las diferentes cosas que antes se expone, están pensando que todos son iguales. Que al final todos los políticos roban, mienten, manipulan, quieren hacerse ricos a costa de los impuestos de los ciudadanos. Y lo que más les gusta es manipular a la prensa para no tener que esforzarse en demostrar que no mienten, que no manipulan, y que no están en política para hacerse ricos, aunque lo parezca.

Mienten. Y mienten por todo. Y todos. Y no se salva ninguno. Y no deberíamos salvar a ninguno. Porque al final todos mienten, nos venden lo que quieren y aún sin gustarnos comprar, lo compramos. Nos quedamos con la boca abierta cuando nos dicen que van a subir las partidas en educación, en sanidad y en dependencia. Cuando nos dicen que van a luchar por acabar con la pobreza energética, contra la pobreza infantil, contra la miseria, contra todo lo que deberían hacer.

Nos creemos cuando nos repiten mil veces que lo único acorde a la realidad es la versión moderada de las cuestiones más importantes para la sociedad que trabaja de sol a sol, la que verdad paga sus sueldos. Que sigamos pagando impuestos para que no se desmonte el estado de bienestar, que si dejamos de pagar se acaban los hospitales públicos, los colegios públicos, la dependencia, las pensiones, etc. Pero aún haciendo caso a esas premisas que no paran de contarnos, vemos todo lo contrario.

Para cambiar esta fatalidad política que nos está dejando desnudos ante tanta desfachatez, lo único que sirve de verdad para potenciar una revolución no es más que muchas horas de lectura, muchas horas de examen de conciencia, muchas horas de entender la realidad del problema. Pero para eso se necesita, según mi más modesta opinión, una sociedad que sea capaz de ver en el espejo de su propia casa, sus verdaderos problemas, más allá de banderas patriotas, de siglas de partidos, de gaviotas, de rosas y de las formas de intentar recoger las emociones de mucha gente que deposita sus ilusiones en tales espacios y no consiguen más que despropósitos de todas las formas posibles.

Y para poder exhibir una bandera que represente los verdaderos problemas que tenemos en este momento en España, no hace falta mucho más que sensatez. Esa sensatez que se debe demostrar, ya no solo en las urnas, porque si sigues votando a los de siempre y escondiéndose de las realidades, no sirve de nada, es en las formas de elegir quien debe desarrollar un proyecto de país que ni deba favores a los poderes,y que si deba favores a los ciudadanos. Aunque para poder despegarse de los poderes, la única forma es dejar de darles de comer. Y en eso hay unos cuantos partidos políticos que no están muy por la labor porque así les va bien. Lo que demuestra es una vía muy importante y que ningún ciudadano debería dejar escapar. Y que es que en verdad les importamos una mierda. Porque sino fuese así, no se venderían a nadie, más que al pueblo.

Hace más, pero mucho más el que quiere, que el que puede. Aunque a veces para poder, hay que querer. Y en eso hay muchos actores políticos que o no se atreven, o no hemos sido lo suficientemente duros los ciudadanos para exigir que se cumpla de verdad tanto con los deberes como con las obligaciones que se deben asumir al estar al servicio de una mayoría y no de una minoría. Esa mayoría que pierde los calzoncillos y las bragas por concederles el honor de representarles y que después se les olvida al más mínimo chillido de uno de los poderes ocultos de este estado monárquico, llamado España.

O nos plantamos ya de una vez o de verdad nadie nos creerá. Ni nuestros hijos nos querrán, ni para nuestros nietos seremos esos grandes referentes que si han sido para mí mis padres y mis abuelos por querer construir este bonito lugar que poco a poco estamos dejando muchas veces por desidia, otras por ignorancia, caer en un apocalipsis con final trágico, y que dejara en la más absoluta impunidad a los saqueadores y blanqueadores de la riqueza más preciada de la humanidad, que es la dignidad.

Salud y República.