viernes, 12 de enero de 2018

CÓMO PODEMOS PERMITIR QUE NOS GOBIERNE GENTUZA

De hace un tiempo para aquí, vamos viendo que el actual sistema de elección de nuestros representantes es algo así como..... un poco obsoleto. Algo así como un capítulo negro de nuestro patriarcado político, de nuestro sector de vividores que sin ton ni son se te meten en primera línea de la vida política española. Son gente que le gusta ser mirada por todos, en todas partes, y durante el tiempo que haga falta, para vivir de una forma exquisita, precisamente sin ser exquisitos en, prácticamente, nada. No sienten vergüenza, ni reparo en hacer el ridículo, en caer en desgracia, en ser gestores ridículos de los recursos que generan los impuestos, en llenar portadas con su pésima imagen de una administración pública, de un partido político, de una organización cualquiera que sea.

En España tenemos la virtud de celebrar cuando un partido político gana unas elecciones, como si con esto fuese sujeto a gusto de los representantes que forman la lista, de vitorear, aplaudir, incluso ignorar que detrás de ese traje, de ese nombre, de ese personaje, se esconde un tipo que mientras tú le vas a votar o ya le has votado, se este frotando la manos pensando que su vida cambia en el momento que tú dejas la papeleta a su favor. Es capaz de dilapidar tu ilusión, tú gratitud dándole la posibilidad de que te represente, a cualquier poder que se le cruce por delante, con tal de no dejar de satisfacer a esos estimados agradecidos del poder y contando con el beneplácito de que tu voto no vale más que para que el siga poniéndose trajes y corbatas para aparentar.

Amén de todo esto redactado antes, hay que contar que para ser maestro, juez, profesor, investigador, médico, fontanero, albañil, fisioterapeuta, masajista, decorador, o cualquier oficio titulado, se necesita aparte de sus estudios correspondientes, el agrado de una buena parte de la gente que te cruzas en el camino de tu vida, porque sino te mueres de hambre. Bueno pues, en la política, nada de nada. Basta con apuntarte a las juventudes de un partido cualquiera y solo arrastrándose por las entrañas de tal organización, seguramente llegarás a los lugares más altos que cualquier profesión te pueda otorgar con el paso de los años.

Y no bastante con esto, de sobra queda dicho que la parte más chocante de este caso es que para ser ministro de un país como España basta haber sido el peor alcalde que haya pasado por los siglos de los siglos. No es lo normal en un país digno, democrático y decente. Es lo normal en, España.

Para cambiar esto solo se necesita una cosa. Cojones. Eso que se sacan de la manga muchos españoles cuando les arrean con banderas patriotas a defender su país, al mismo tiempo que por detrás están pensando lo ignorantes que son "nuestros votantes" que aún robándoles a manos llenas, cuando los alentamos un poco, nos defienden. Si si, esos del "a por ellos, oe", tan patriotas que se ven y no son capaces de ver que están dejando su España, bueno la de todos, con los calzoncillos y las bragas cagadas, o más bien agujereadas de tanto darnos por el trasero. Esa España que cuando el día de mañana nuestros hijos sean de nuestra edad no reconocerán, ni por los sueños más imposibles de creer, ni por la madre que nos parió.

En fin, que para poder hablar de una España diferente, lo primero y necesario, es vernos al espejo cada uno para así saber que detrás de cada rayo de luz que disparemos de nuestros ojos, una oportunidad se está perdiendo. Ya no de cambiar este país por otro, sino de cambiar el pensamiento de una España moderna, por una España avanzada, con buenas dosis de democracia y con una buena forma de elegir a nuestros representantes.

Salud y República